Como parte de las celebraciones del 50 Aniversario de la Igesia San Juan Apóstol, se organizó el panel-foro Alabanza y Adoración. Los panelistas fueron el Rev. Arturo Fernández Izaguirre, el Dr. Jorge Pellecer y la Dra. Ruby Santizo de Hernández. Los tres tuvieron en común el hecho de haber sido directores de diferentes grupos corales de la Iglesia San Juan Apóstol.
El Rev. Fernández dijo que la adoración inició desde Caín y Abel, y seguirá por toda la eternidad. No existe adoración sin una entrega real. La adoración va acompañada de sacrificio y ofrenda santificada. El término alabanza o Aleluya, con el cual exaltamos a Dios, deriva del término Hallal-Yahve, que se contrae en Hallal-Ya. La palabra adoración está vinculada al término hebreo Sawkhaw, y del griego-proskuneo. Adorar significa postrarse o rendirse a la majestad de Dios.
El Salmo 100, nos recordó el Rev. Fernández, nos dice entrad por sus puertas con acción de gracias, vengan a sus atrios con alabanza, denle gracias, alaben su nombre. La alabanza también es una manifestación profética. Cristo es nuestro sacrificio, nuestra luz, nuestra autoridad, nuestro objeto de adoración. Cristo está con nosotros. Crónicas 16 nos cuenta que David construyó una tienda sólo para el arca. En Crónicas 16:4 se nos relata que hubo sacrificios y se designaron levitas con tres funciones: recordar, confesar y "alabar". Alabamos a Dios por lo que él es. A través de la alabanza confesamos nuestra fe. Somos llamados a alabar, alabar y alabar. Cristo es el tabernáculo vivio de David. Tanto el antiguo testamento (Amós 9: 11) como el nuevo testamento (Hechos 15: 13-18) ponen las bases de la adoración en la Iglesia.
Por su parte el Dr. Jorge Pellecer indicó que la música ha estado presente en todas las regiones. La música es infaltable en la adoración divina. El apóstol Santiago nos dice: Si alguno de vosotros está atribulado ore, si está contento cante. Nos recordó que Jesús cantó en la sinagoga. Participó de acuerdo a la costumbre cuando leyó del rollo (Lucas 4: 16) en la Sinagoga y también cantó después de la Cena Pascual (Mateo 26). Pablo recomienda que para las reuniones cada cual puede llevar un salmo o salmodear que es recitar salmos cantando.
El Dr. Pellecer también refirió que según el historiador Plinio, los cristianos del Siglo II solían reunirse antes del amaneer para cantar himnos a Cristo. Destacó como la mayor herencia de la Iglesia Católica medieval la música gregoriana y el coro polifónico sacro. Asimismo, señaló que el gran aporte de la Iglesia Protestante ha sido el canto congregacional y en el idioma propio de cada cultura. En el ámbito del ministerio de la música, los ministros son dadores y repartidores de música. También observó que la música está compuesta de sonido y ritmo. Este último tiene su base en el ritomo cardiaco. La música se produce en el tiempo. Sólo captamos un sonido a la vez. La música que guardamos en la memoria es el hilo melódico. La armonía se forma sincrónicamente y los impulsos nos dan el ritmo. Hay dos formas de ritmo: el ritmo binario y el ternario. El ritmo cardiaco, que se mencionó con anterioridad, es terciario y por lo tanto es perfecto. La melodía está relacionda con el afecto y los sentimientos. La protomelodía, o sea la que da lugar a las demás en nuestra memoria, es la de la voz de la madre, por eso es deseable que la madre cante durante el embarazo. El ritmo tiene que ver con la vitalidad, el protoritmo por tanto es el pulso cardiaco de la madre.
Dios es amor infinito e indiscriminado (afecto). Dios es vivacidad creativa efervescente. Jesús dijo que Dios es amor - recordó Pellecer. La música reune el amor y la vitalidad. Es inefable, no se habla; es preverbal, un lenguaje no verbal y es transversal porque va más allá de las palabras. Somos nosotros los que necesitamos cantarle a Dios para edificarnos. El ámbito celestial es eminentemente musical. La alabanza es la sumisión ante Dios, es el gozo del triunfo sobre la muerte, es el amor hacia el prójimo, es la esperanza paciente en la obscuridad, es santidad, bondad de las formas y es universalidad. Para finalizar citó Dios utiliza nuestro indigno instrumento para expresar cosas sublimes, mueve el espíritu de los que oyen y de los que interpretan.
Por su parte, la Dra. Ruby Santizo de Hernández, también citó al profeta Amós (Cap. 5) para afirmar que cuando nuestras expresiones de adoración cambian, cambia también nuestra esencia. Recordó que Martín Lutero inció la transormación de la Iglesia con la alabanza congregacional. La alabanza debe manifestar la alegría de nuestras vidas. La alabanza individual o personal debe ser una forma de edificación. Con nuestra alabanza transmitimos nuestro gozo y gratitud. Debemos creer lo que cantamos. Nuestro canto es el testimonio de nuestra fe. La música no sólo llena un programa de culto, debemos tener presente que a través de la alabanza expresamos nuestros sentimientos hacia Dios. Alabar a Dios como si fueramos uno, es una de las grandes labores de la Iglesia - acotó.
A manera de conclusión, el autor de esta reseña, sintetizó: La música de alabanza y adoración expresan el amor de Dios y la vitalidad de toda su creación. No existe la adoración sin un sacrificio santo, vivo y agradable a Dios; el beneficio de la misma es la edificación de nuestra vida, es la expresión de nuestro gozo, nuestra fortaleza, nuestra gratitud y nuestra fe.
sábado, 26 de junio de 2010
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